miércoles, 16 de diciembre de 2009

What a wonderful world



Algo viejo, en caso de que alguien siga leyendo esto...

Lo que pasó ese día fue algo muy peculiar, dudo que si hubiera sido un día normal valdría la pena contarlo. Me puse mi sombrero al pasar por el umbral del parque y me dispuse a correr, pues las gotas estaban golpeando ya con más fuerza. Es costumbre mía estirar la mano siempre que llueve y probar el líquido, nunca se sabe que día va a llover zumo de naranja ó soda...
Iba yo más o menos por la mitad del parque cuando de la fuente principal salió un pingüino azul. Sí, azul con sombrero de copa. Movió las aletas y me dijo: - ¡Ey!, amigo, si tú, ven aquí-. Yo, obviamente le hice caso, no se puede dar uno el lujo de no hacerle caso a un pingüino parlanchín.

Mi abuela me había entrenado para estos casos, la recuerdo muy bien, "Bien Alfredo, ya tienes 13 años y eres todo un hombrecito, recuerda este consejo, cada vez que te encuentres un pingüino parlanchín debes hacerle una reverencia y aplaudir dos veces". No tuvo mucho sentido para mí, siempre creí que era una bruja loca, pero ahora le agradezco. Hice como indicó y el pingüino hizo lo mismo. -Con que te lo sabes, ¿eh?- dijo. yo estaba paralizado, pero el pinguino se sacó del sombrero una cajita color violeta y me la tiró. -Hasta luego- dijo, y luego se metió a la fuente, yo cogí la caja y me fui tan rápido como pude a mi casa.

Pasé noches en vela, preguntándome si debía abrir o no la caja...
Busqué expertos, médicos, culebreros y aqueólogos. Hasta puse anuncios en los postes, pero todo fue en vano.
Había vendido todos mis muebles para pagar detectives y propaganda radial, en casa sólo quedábamos la cajita, yo y la basura amontonada.

Me cansé, en un momento de valor y estupidez me paré de un saltó, fui corriendo hasta la caja, la abrí y entonces pasó, ¡Ay de mí!, pasó. Música extrañamente familiar que nunca había oído comenzó a sonar, reconocí un harpa, trompetas, saxofones, un clarinete, dos gaitas escocesas y un cuarteto de ocarinas. me incliné hacia delante para ver lo que había en la caja, pero la oscuridad me cegó por completo, dejé de sentir mis manos y comencé a escuchar pasos... Tenían que ser más de 20. Recuperé un poco la vista y vi como se acercaban, llevaban algo en sus manos, me comenzaron a envolver en una red y perdí el conocimiento.

Aparecí en un lugar completamente diferente a mi desvencijada casa, un bellísimo valle en el cual todo estaba cubierto por un pasto verde. Había una cabañita de madera, se veía que esperaba ser habitada.
Me invitaron y no me pude rehusar.

Desde entonces vivo entre ellas; siluetas, marmotas, vienticos y luces cegadoras. No me quejo, tres comidas al día y un performance cada semana.

Eventualmente les pregunté dónde estabamos y que como había llegado. Me dijeron que la caja siempre había sido mía, que el pingüino sólo me la estaba guardando y que lo demás no importaba.

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