miércoles, 26 de agosto de 2009

Manolín, Manolín.


Nota: Para leer mis cuentos y que gusten es necesario imaginarse las cosas demasiado, no como un libro normal, sino que es necesario que mis personajes cobren vida en su estudio, cuarto o manicomio.

Iba un día Manolo caminando, volando, nadando ó lo que sea que él hubiera sentido en ese momento y se encontró con una persona. Esa persona que no tiene descripción, que es igual a las demás personas, es la persona en que piensa la gente cuándo le dicen la palabra promedio. Manolo comenzó a llorar de su sangre, magenta (como había sido toda la vida) y agarró a la Persona en una llave-abrazo de la cual no pudo correr, Manolo lloró y lloró, casi se desangra, pero su glándula hemolinfática le permitía escupir su alma en pedazos de palabras que no entendió nadie. La persona asustada miró hacia los lados como pidiendo ayuda, pero Manolo seguía llorando... "Yo qué voy a hacer?" pensó nuestra queridísima persona en un momento de total iluminación racional.
Después de cuatro momentos manolo dejó de llorar su sangre y la persona dió dos pasos atrás, subió los brazos y con cara de asco miró su ropa, estaba toda de colores. La persona se fue corriendo a su casa a cambiarse, a meterse en otro traje limpio, mientras manolo se alejó feliz porque pudo hacer lo que se podía hacer. Ésta persona no se cambió por temas de sanidad, aunque parezca lo normal en una persona normal, se cambió porque por un momento dejó de ser una persona y comezó a ser parte del mundo de manolo, donde él era el alguien más alguien de todos.

No hay comentarios: