domingo, 6 de septiembre de 2009

Color bata de hospital.


Una vez (Sólo una!) andaba Manolo muy triste, cayó en cuenta que la luna que él tanto amaba era la más puta de todas las mujeres y que esa misma, a la que mil canciones le había escrito se iba con cualquiera que le escribiera una metáfora.

Entonces, después de tanta tristeza, todo fue muy fácil y vino a él como una luz de bus a punto de atropellarlo, como una revelación, como un gran gusanito (se sintió como un gusanito)que recorrió su pecho llevando un haz de alegría por todas sus venas. Momentos después se dió cuenta que no era un nirvana a lo que estaba llegando, es que estaba en la mitad de la calle arrodillado y ciertamente, un bus estaba a punto de atropellarlo.

Pasó varios días en un hospital sin poder caminar, ni masticar, ni hablar. Pero unas semanas después en el hospital, ya casi saludable (manolo tiene un excepcional sistema inmunológico-regenerativo), cansado de tanta morfina y miradas quebradas (esas que se dan cuando la gente ya sabe que se va a morir), empezó a reirse a carcajadas, - ¿Y qué importa si la luna es puta si luego me sonrie como le sonrie a nadie? Ella me ama, yo lo sé, me ama más que a ningún otro y que se vaya con cualquiera, pues es a mí a quién quiere de verdad!- gritó. Y se fue entonces de de ese moridero que son los hospitales municipales.
Ese día llovió, y la luna no salió, pero manolo sabía muy adentro, cerca de su tercera costilla izquierda, que no salió porque se estaba maquillando, se estaba poniendo el vestido más bonito de todos, uno amarillo que la hizo ver, al día siguiente, en esa bella tarde de enero, gigante, voluptuosa, pero a la vez delicada y pícara, como manolo quería verla.

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