
(Opiniones, insultos, se reciben)
Y Manolo, que siempre anda buscando amigos, un día se encontró a un viejito encorvado que estaba escribiendo en un papel arrugado. -¿Qué hace?- le preguntó. -Cuento mis días, las cosas que pasan y las cosas que veo, luego las meto en un cajón, un día más de vida, un día menos de vida, ¿Me entiende?- respondió el anciano con tono amable. -Creo que sí, pero... ¿Quiere ser mi amigo?. -Claro, mucho gusto, me llamo Oliver. -Manolo- dijo mientras apretaban manos. Después de eso, el anciano describió el encuentro con mucho detalle en su papel, entonces se lo comió y Manolo se fue, feliz, porque tenía hambre.
________________________
Eso pasa con las brujas, un día están ayudándote a leer la luna y al otro te estás suicidando por no poder tenerlas.
El humo del inscienso creaba sus formas, tenía su mística. A ella no le importaba, tenía cosas mejores qué hacer que ver el futuro en los halos olor sándalo. Una luz muy tenue la iluminaba, era casi perjudicial para leer su grimorio. Tenía signos dibujados por todas las paredes, cada uno con su respectiva anotación: "Principios de la Kábbalah", "Viaje al séptimo plano" y "Demonología" por mecionar unos pocos.
A cualquiera le hubiera producido terror ver esa escena, o al menos eso pensé yo cuando entré al cuarto. Se volteó a forma de gato que se encuentra amenazado, pero bajó la guardia cuando me vio. Era hermosa, de verdad, pelirroja, cejas delgadas y engañosas, piel blanca como los huesos y un cuerpo pequeño y voluptuoso, sin llegar a ser exhuberante, claro.
Se paró, prendió dos velas y me besó. Yo me morí, no fue ningún hechizo, simplemente soy nervioso.
No hay comentarios:
Publicar un comentario